Un día Sabin encontró una niña al lado del pozo. Era por la mañana, muy temprano, y la niña estaba envuelta en una sábana blanca y dormía plácida y profundamente. Sabin cogió a la niña y la llevó a los Krahd para que decidieran el destino de la niña. En la ciudad el poder lo ostentaban los Krahd. Sabine pertenecía a los Ambacus, los siervos del reino. Radack, el dirigente de los Krahd, decidió que la niña debía quedarse con Sabin hasta que tuviera la edad suficiente para servir a los Krahd. Así pues, Sabin acogió a la niña y la llamó Reka. Reka fue una niña despierta e inquisitiva que nunca provocó ningún problema a Sabin. Al contrario, gracias a Reka la vida de Sabin fue mucho más fácil, porque de alguna forma Reka le daba fuerzas a Sabin para el día a día. A veces, tan sólo cogiendo su mano y mirándola, parecía que fluían a ella fuerzas renovadas. Sabin nunca averiguó de qué se trataba, pero temía que los Krahd supieran de tal don. Cuanto más crecía Reka, mayor dominio tenía sobre sus habilidades. Ayudó a muchos Ambacus en sus momentos de necesidad y, aunque nadie sabía exactamente en qué consistía tal ayuda, todos los que la recibieron podían decir: «ahora me siento mucho mejor». Reka se convirtió en una joven y fuerte mujer que decidió huir junto a Brandur. Su fuerza ayudó a sus amigos a escapar. Muchos años después su ayuda resultó indispensable para los héroes de Andor.
Autor: Stefanie Schmitt