Las criaturas

Tarok y las criaturas

Krahal, el lugar mágico del que obtenían su fuerza y energía los dragones, había sido sacudido por fuertes temblores hacía muchos cientos de años. Los dragones murieron y tan sólo uno de ellos sobrevivió. De las profundidades de Krahal surgieron criaturas, monstruos horribles de fuerza destructora. Con el tiempo abandonaron Krahal y se dispersaron por las montañas y bosques de Andor, para luchar y matar en nombre del último de los dragones.

Se trataba de gors, malvadas criaturas temidas por igual por humanos y enanos. Sus brazos y piernas estaban cubiertos de escamas. Sus manos eran dos enormes, puntiagudas y afiladas garras de cuerno. Mantenían una actitud encorvada y sumisa y el sentido de su existencia parecía ser el estar siempre a la espera de las órdenes del dragón.

Había aún más criaturas, los skrals y los wardraks. Los skrals eran muy grandes y musculosos. Portaban en sus manos espadas gigantescas. Una armadura cubría sus brazos y piernas para protegerlos durante el combate. Eran peligrosos porque tomaban sus propias decisiones y eran capaces de usar su inteligencia para obtener la victoria en combate. Los wardraks eran una especie de lagartos grandes y veloces. Sus ojos brillaban como ascuas, malvados y terribles. Eran tan rápidos como una flecha y con sus afiladas garras podían matar a cualquiera que se interpusiera en su camino.

Su amo, el dragón que había sobrevivido, era Tarok. Una criatura gigante, monstruosa y con escamas afiladas como un cuchillo que cubrían su enorme cuerpo. Grandes alas surgían de su torso y la cabeza estaba al final de un cuello que semejaba una serpiente. Sus ojos rojos como la sangre proyectaban una mirada malvada. No había nadie que no temiera a Tarok y durante siglos moró en las Montañas Grises, interrumpiendo así el paso por las montañas. Pero Brandur se enfrentó con el dragón haciendo gala de tal fuerza de voluntad y determinación que provocó que el dragón empezara a temer por su propia vida inmortal. Permitió pasar al grupo de Brandur, pero desde entonces juró venganza contra él y continuamente envía a sus criaturas a atacarle. Años después, durante el ataque de Tarok al castillo de Riet, tan sólo los héroes de Andor podían enfrentarse con él.

Autor: Stefanie Schmitt